viernes, 3 de junio de 2011

CORZOS LUNATICOS

Ya hemos dado con nuestros huesos en junio y en el mundo de los corceros, el que más y el que menos empieza a necesitar un descanso. Abril y mayo se vuelven dos meses que parecen cuatro y en junio no nos quedan casi fuerzas y hay que saber administrarlas.
Pero no sólo las físicas, sino también las sociales, porque tanto fin de semana de madrugones y salidas a los corzos acaba con la paciencia de la mujer y de los pocos amigos no cazadores que nos quedan a estas alturas. Así que hay que elegir muy bien qué hacer con el mes de junio, si es que todavía nos quedan precintos, porque corzos seguro que sigue habiendo, y muchos. Dos meses de tralla hacen que tan sólo los corzos tontos sigan dando la cara, mientras que los espabilados que ya han pasado más de un celo saben a estas alturas del año de qué va la cosa. Si añadimos a esta situación que el monte está que se sale de abundancia y verdor en todo el territorio nacional, obtenemos un cóctel explosivo que se traduce en jornadas sin ver un culo blanco. Más de uno prefiere guardar los precintos para septiembre o -donde autorizan su caza- para el celo. Sin embargo, junio es un mes muy agradable para recechar dadas sus temperaturas, siendo una alternativa necesaria en las comunidades autónomas donde la caza se abre en mayo.

Corzos nocturnos con luna llena

Quizá el factor que más va a afectar a nuestros resultados y en el que menos se fijan muchos cazadores es el estado de la luna. Los corzos son animales diurnos, aunque no lo parezcan, y prefieren moverse durante el día. De hecho, por su fisiología alimentaria, necesitan realizar muchos procesos de alimentación y rumia a lo largo del día y de la noche, concentrando los mismos en el amanecer y en el anochecer. Los esperistas saben muy bien que las grandes lunas son ideales para ver el monte, pero malísimas para abatir grandes guarros. Con los corzos sucede lo mismo. Cuando las lunas son llenas o hasta medias, los corzos prefieren salir a comer por la noche y se pasan el día encamados en lo más espeso del monte. En cuarto creciente las tardes las podemos dar por perdidas, ya que los corzos prefieren retrasar algo su salida para empezar a triscar con la luna, mientras que las noches con luna llena o cuarto menguante los corzos se encaman media hora después de que empecemos a ver algo, lo que nos deja una mañana muy corta. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Lo mejor es no perder energías y reservarse para mejores épocas. Los corzos macho ya no tienen la presión energética que les hacía salir a comer a lo limpio, porque a estas alturas ya se han recuperado del invierno y poseen suficiente grasa acumulada para el celo del mes que viene. Otra cosa son las hembras, que tienen necesidades adicionales con la lactancia de los nuevos corcitos del año, ya con un mes de vida y demandando cada día más leche y de forma más reiterada. Por eso junio es un mes donde nos parece que la desproporción de sexos es mayor y que tenemos demasiadas hembras y muy pocos machos. No es cierto, éstos están, pero no se dejan ver. Hay días de junio en que he llegado a contar diez hembras por cada macho que he visto, pero eso no refleja la realidad.

Bucarlos en sus encames

Si uno tiene la obligación o el vicio malsano de salir todos los fines de semana, es necesario cambiar radicalmente nuestra estrategia en los días de luna y buscar los corzos donde se esconden. Cuando sea posible, acortaremos nuestras salidas a una hora de mañana y a una hora de tarde. Por la mañana deberíamos estar en el campo media hora antes de que empiece a clarear, empezando a movernos cuando se vea para tirar en zonas querenciosas, pero por la tarde lo mejor es buscar un buen sitio de aguardo y esperar a que no se vea nada o, si la luna sale pronto, aguantar con ella mientras se pueda. Es con esas primeras luces o a última hora del día cuando los corzos empezarán a moverse, teniendo entonces oportunidad si hemos elegido bien el emplazamiento. Si por el contrario tan sólo disponemos de una jornada y no hay posibilidad de volverse a casa hasta la tarde, hay que cambiar de estrategia y buscarlos en los encames. Cuando cazamos a menudo en un coto, acabamos por conocer dónde encaman los corzos, bien porque los hayamos levantado otras veces o bien porque hayamos visto sus camas. Normalmente son zonas espesas de monte que conservan frescor, y mejor si tienen varias vías de escape. Si los encames están en robledales o fresnedas la cosa es factible con un solo cazador. Si están en chaparrales o pinares, tan sólo podremos cazar los corzos con la participación de otro compañero.

Mirar y remirar con los prismáticos

El sotobosque de un robledal o una fresneda húmeda posibilitan caminar sin hacer mucho ruido. Esto nos permite aproximarnos a los sitios de encame con poco ruido y alguna posibilidad de sorprender a los corzos dormitando. Ni que decir tiene que hay que dar dos pasos hacia atrás por cada paso adelante que demos y mirar con los prismáticos cada poco tiempo, aunque sea a tan sólo veinte o treinta metros. Si nos planteamos que el corzo que vamos a cazar está siempre dentro de los treinta metros siguientes entenderemos cómo hay que proceder. Por el contrario, si avanzamos sin preocupación a ver si lo vemos, lo que veremos entonces será una mancha blanca salir entre la espesura sin oportunidad para tirar. Insisto en que además de moverse muy despacio, hay que mirar y remirar con los prismáticos para ver antes de ser vistos u oídos. De ese modo llegaremos a ver a los corzos en sus camas, muchas veces completamente dormidos y siempre a distancias de tiro. Si el viento está bien, es mejor esperar a que se incorpore que tirarlo encamado, ya que el blanco que ofrece es pequeño cuando está echado. Pero si el viento está cambiando o nos encontramos demasiado cerca, mejor tirar sin pensarlo. Cuando busquemos las camas en zonas de prados y fresnos, hay que fijarse en las zonas de sombra. En junio es muy raro que los corzos encamen al sol y por ello habrá que concentrarse en las áreas de sombra. Al asomar a un nuevo prado hay que escrutar los bordes sombreados durante un buen rato antes de continuar. Si por desgracia levantamos un corzo dentro del bosque, una táctica que da muy buenos resultados es correr como un loco en pos de él intentando acortar terreno mientras corre, ya que se parará para ver qué lo asustó a unas pocas decenas de metros de su primera arrancada. De ese modo podremos tirarle cuando se vuelva a mirar; tan sólo son unos segundos antes de seguir con su huida, pero esta técnica me ha dado muy buenos resultados. En los bosques de pino o encina el suelo está siempre muy seco y con mucha pinaza u hojarasca que hacen prácticamente imposible sorprender a un corzo encamado. Cazar junto a un compañero puede dar muy buenos resultados si uno entra en la zona de encame y el otro espera en el punto previsible de salida, por supuesto con el viento de cara.

Aprovechar la hora de beber

Por último, en los días calurosos que siguen a una noche de luna, hay un momento tonto en el que es posible cazar corzos, entre las cuatro y las cinco de la tarde, cuando se acercan a beber. Como encamaron pronto, necesitan buscar el agua antes de lo habitual y es posible cazarlos cuando se muevan al agua. Tan sólo es una pequeña oportunidad que merece la pena explorar. Si no entran antes de la 17:30, se vuelve uno a casa hasta las 20:00 para descansar y proseguir con el rececho. En medio de esa franja es raro que se muevan.  Los corzos, como todas las bestias del campo, sienten adoración por la luna y cuando la tienen les encanta usarla como luz para sus correrías, en especial en los cotos que tienen cierta presión cinegética. Ya no son sólo los aguardistas los que deben mirar el calendario lunar, pues los corceros deben tenerlo también en cuenta si quieren tener éxito.




QUE BONITO CORZO

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